martes, 2 de febrero de 2010

El vano intento de evadir un estornudo

Yo tenía entonces seis años, y mi abuelo estornudó por tres veces. Como lo mirara de manera confusa, me dijo «ay, pequeño, por cada estornudo uno se va muriendo un poco más.» Desde entonces pasó un tiempo en que le vi en cada ocasión más frágil, y observé su cuerpo empecinándose al encorvamiento, hasta que un día murió.

Ni siquiera me apené por él ni sentí su pérdida. Tras su muerte, lo único que me vino a la mente fueron sus palabras, las únicas quizá, que me había dirigido. No quería yo seguirle los pasos a aquel viejo, ni que la muerte me pasara factura. Me guardé mucho, y me avergonzaría reconocer cuanto tiempo, de que en mi cuerpo reaccionaran aquellas sonoras y mortuorias estampidas de aire. Huí del estornudo del mismo modo que huye la comadreja del cóndor, refugiándome al más leve presentimiento de su acecho, vigilando los lugares por donde podría pillarme desprevenido.
En pos de mi eterna vigilia me quedé en casa casi todos los días de invierno, siempre con el abrigo adecuado y libre de corrientes de aire. Apenas he sudado en todo este tiempo y nunca más he vuelto a encargarme de limpiar el polvo, pues sé que son cosas estas que pueden acrecentar sus estímulos. Fueron tardes enteras, acomodado en mi cuarto desprovisto de bártulos y ácaros, en un sillón que se lavaba dos veces a la semana, leyendo algún libro acabado de desprecintar. Como nota aclaratoria, para que entiendan mejor hasta qué punto llegaba mi voluntad, diré que no leía sino libros cortos, para que me diese tiempo a terminarlos antes de que pudieran acumular polvo u otras infecciones. Era muy fervoroso mi ímpetu de salvaguardarme, pues siempre venía a mí el recuerdo del rostro cadavérico de mi difunto abuelo.
Pero aún así, sin que pudiera advertirlo previamente, emergiendo de Dios sabe dónde, hormigueándome las fosas nasales, trastocando mi sosiego y atormentando mi ánimo, llegaba el condenado. Realmente fueron duros los momentos en los que a este primero le seguía otro, ¡incluso a veces un tercero!

No fui capaz, con todas las dedicaciones prestadas a tal empresa, de poner remedio alguno contra esto. Ahora, con la tez arrugada como la tuvo mi abuelo en sus últimos días, comprendo que fue en vano el intento de evadir un estornudo.

4 comentarios:

Blonde Redhead dijo...

Como bien escribiste en dos entradas más abajo:

"Supongo que la naturaleza es sabia." [Por eso del estornudo]

Me ha parecido un texto muy profundo.
No hay que preocuparse tanto en evitar ciertas cosas en tu camino. Hay que aprender:

A) a saborear aquellas que vienen y nos gustan.
B) a no olvidar aquellas que no tanto nos gustaron.

Me ha encantado, mucho.


Un besito, Maese.

B. Redhead

circos_extraños dijo...

Vaya, menuda sorpresa la mía.
Y quién se esconde tras estas maravillas de textos?
Ahora no tengo tiempo, pero este blog lo voy a degustar, creeme.
Abrazos.

Darka Treake dijo...

Qué bueno!!
Me ha gustado mucho, crack!
Oye, y me ha inspirado un personaje... qué personaje!
Me permite Señor ISkandar, un pequeño plagio, al que llamaremos homenage?

Sabes, he pensado en diferentes ocasiones cómo sería tu personaje en mi mundo... y bueno, diferentes ideas había tenido. Pero jamás lo había plasmado en el papel. Éste podria ser el personaje.
Qué te parece??
Cuando sepa más de él te cuento!!!

Dime si te gusta la idea.
1abrazote!!
Darka.

Iskandar dijo...

Lya, me gusta como le sacas el jugo a la reflexión de los relatos. Sin duda serías/serás una locutora estupenda de radio. Seguro.

Circos extraños, me alegro de que te gusten, ya me contarás/nos contaremos.

Darka, por supuesto. Mi personaje está a tu disposición, para que lo conviertas, y hagas que traspase el umbral del mundo fantástico que es el tuyo. Ya me contarás, crack.

Un abrazo a todos.